Inquisición y Hechicería en la Comarca de la Sagra (I)


Relatos sagreños


INQUISICIÓN
Y HECHICERÍA
EN LA COMARCA
DE LA SAGRA (I)
Procesos inquisitoriales seguidos en el
Tribunal de Toledo en el siglo XVII



E
l 1 de noviembre de 1478 el papa Sixto IV promulgó la bula que otorgaba a los Reyes Católicos el poder de nombrar inquisidores en sus reinos. Quedaba así instaurada la Inquisición moderna, con el encargo inicial de perseguir a los falsos conversos o judaizantes. Con el Cardenal Mendoza llegó a Toledo en 1485, y al año siguiente, en 1486, ya fueron procesados y condenados los primeros sagreños, que resultaron ser: Juan González, un cerero residente en Bargas, y Aldonza Rodríguez, vecina de Illescas. Les siguieron otros muchos comarcanos, hasta un total de ochenta y ocho, acusados de diferentes delitos por desviarse de la ortodoxia religiosa imperante. Y entre ellos, siete mujeres y un hombre, vecinos todos de pueblos de la comarca toledana de La Sagra, acusados del delito de brujería, hechicería y superstición.
En estas páginas se recogen los casos ocurridos en el siglo XVII, que resultaron ser los de Catalina Morena, vecina de Borox (1628-1629); María de Orduña, residente en Illescas (1629-1630); María Castellanos, vecina de Bargas (1631-1632); y Francisca González, vecina de Alameda de La Sagra (1698). Cuatro historias reales que tienen en común la persecución por prácticas de hechicería; y como trasfondo, la defensa de la fe y la unidad religiosa en el Imperio a base de fuego y espada. Y cimentados los cuatro relatos en una cuidadosa labor de investigación y documentación, en los que el autor nos ofrece un minucioso retrato psicológico de la mentalidad de la época, mezcla de religiosidad y paganismo, de misticismo y de superstición.
A través de los procesos inquisitoriales estudiados podremos acercarnos al mundo real de las supersticiones, al mundo mágico de las creencias, a unas costumbres y tradiciones que perduraron intactas durante siglos hasta llegar al fatídico siglo XV, época en la que una ida de pensamiento religioso decidió acabar, sin conseguirlo, con una forma de pensar ancestral que ha llegado intacta hasta nosotros.


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